Cuentos de negros es la novela con la cual debuta el diplomático Ricardo Añino en el Premio literario Amazon Storyteller 2020. Una historia que mezcla mitología, política y costumbrismo.


DETRÁS DE CADA PERSONAJE PÚBLICO HAY UN NEGRO LITERARIO.


Que la historia tiene múltiples caras es algo fuera de toda duda. Numerosas versiones, cada una perteneciente a cada uno de los actores que la protagonizaron, y aún una más, que sería la más objetiva de todas. Siempre se ha dicho que, si dos personas discuten en una habitación, hay tres versiones de los hechos: la del uno, la del otro y la de la habitación. Pues bien, en medio de todo esto está el historiador, el encargado de narrar esa historia, procurando mantener su punto de vista lo más equidistante posible, pero, al fin y al cabo, es inevitable que su punto de vista impregne aquello que finalmente nos llegue.

Es, por tanto, un hecho que lo que sabemos del pasado es, en gran medida, fruto del punto de vista de quien nos lo ha contado, a veces más interesado en confeccionar un relato, a veces menos, pero inevitablemente afectado por esa subjetividad. ¿Y acaso no sucede esto también con el presente

Premio literario Amazon Storyteller 2020

Pues claro, y con más razón, porque narrar el presente parece que conlleva menos responsabilidad para con la historia. «Ya corregirán los posibles disparates en el futuro», parece pensar el relator actual. El hecho es que la práctica totalidad de lo que nos llega, de lo que percibimos como la realidad es una retahíla de cuentos interesados, de cuentos de negros. Porque aquí es donde entran en escena las figuras protagonistas de la novela de Ricardo Añino, esos que escriben para que otros hablen sus palabras, que quizás un día soñaron con dedicarse al oficio de la escritura, pero que han terminado prostituyendo su virtud en favor de una mentira común.


EL NEGRO, EL PERSONAJE MÁS OSCURO DE LA LITERATURA.


El negro literario es una figura, por lo general, mal vista. No goza de reconocimiento ni de visibilidad. Se intuye que existe, pero nadie le va a dar las gracias a su negro nunca, ni van a firmar libros, ni siquiera en aquellos casos en que su mano es patente y notoria. Han existido siempre, pero han vivido esquivando el desprecio del gremio de escritores, que consideran que han pervertido el espíritu de la profesión, y evitando también cruzar la mirada con aquellos a los que sirven, que deben verlos como un mal necesario. Quizá los miran con desdén mientras piensan que, de no haber estado allí ese juntaletras, ellos también hubieran sabido construir un discurso creíble para dar réplica a la oposición, hacer que sus votantes creyeran que realmente planea invertir en la educación y el futuro de sus hijos, o salir del paso de esas acusaciones de malversación. La vida del negro literario no es fácil, y Cuentos de negros. Senegal y Mali humaniza su figura de una forma que es de agradecer. Incluso se podría decir que la diviniza un poco, porque suyo es el poder de transformar el relato, la verdadera semilla del poder.

En Cuentos de negros parece que los políticos, las personalidades públicas a quienes sirven estos negros, son meros peones de su mensaje. Sabemos que es más bien al revés, pero asistimos a aquelarres de escritores en la sombra donde se decide cómo se va a escribir la historia. Ellos no deciden quién va a leer el mensaje, pero es que eso es irrelevante, lo relevante es el relato y eso lo construyen ellos. Es el relato lo que confiere el poder, lo que cohesiona a la masa y la dirige. Sin embargo, sigue habiendo ciertos temas en los que, incluso desde la sombra, uno debe andarse con cuidado.


MITOLOGÍA PARA NARRAR EL FIN DE ETA.


Mediante el paralelismo con la mitología griega (la Odisea) y mesopotámica (la Epopeya de Gilgamesh), recurso que emplea Ricardo Añino con gran maestría y de manera muy amena (si es que la mitología pudiera no resultar ya de por sí amena, cosa que no puedo concebir), sus negros se plantean contar la historia del fin de ETA, una historia que dejó muchos vencidos y muy pocos vencedores, un relato que el poder le hurtó a la historia, y un tema que levanta numerosas ampollas. Al margen de la trama del libro, creo que es obvio que se trata de una cuestión que sigue siendo de altísima sensibilidad en la sociedad, y debo confesar que cuando leí las intenciones del libro pensé: «Uy, madre, le van a dar por todos lados». Pero, como ya digo, Ricardo Añino es un hábil contador de historias, como esos judíos de su libro a los que recurre para explicar por qué España dejó de ser una potencia mundial, y creo que ha tratado el tema con una soltura que es difícil tener con respecto a temas peliagudos y ha resultado ser incluso pedagógico. Creo firmemente que Cuentos de negros sirve para explicar la historia del fin de ETA, sobre todo de esa parte que no nos contaron, mejor que algún texto pretendidamente divulgativo.

Los personajes de Cuentos de negros están llenos de matices, tantos como tenían los antiguos dioses, porque, al fin y al cabo, sus historias están inevitablemente enlazadas. Las hermanas Ema y Galdu, el jefe de ETA y el de la Guardia Civil, entretejen sus vidas con las de Gilgamesh y Enkidu, Odiseo o Atenea; todos contribuyen a la creación de un nuevo relato, igual que en el pasado, hace ya muchos siglos, sirvieron para generar otro. Bajo la pluma del joven Mali y de Senegal, un hombre marcado por la pérdida y para quien escribir lo es todo, el relato va tomando forma. Senegal ya escribe para un ministro, pero se sabe llamado para mayores empresas, quizá porque tiene, como esos dioses a los que moldea, una mezcla de arrogancia e idealismo; por eso no dudará en unirse al extraño cónclave de los negros.


UNA PROMETEDORA SAGA.


No es nada fácil crear una novela tan amena y cohesionada cuando se recurre a la mitología, a la política y también al costumbrismo. No se me ocurre de qué forma hubieran encajado mejor las andanzas de Gilgamesh en busca de Utnapishtim, el incidente de Atenea con Hefesto, la desarticulación de ETA político militar en los años 80 y cómo cocinar un pollo yasá, que es una receta senegalesa que, dicho sea de paso, me parece también muy recomendable. Y sin olvidar esas escenas costumbristas en la panadería de Blanca, la hija de Senegal, que se convierte en lugar de reuniones y confesiones. 

En suma, Cuentos de negros. Senegal y Mali, que es la primera entrega de lo que promete ser una interesante saga, me ha parecido una obra redonda, tal vez demasiado metafórica en alguna ocasión, por ponerle algún pero, y eso es algo que puede descolgar un poco a algún lector, pero es un libro de esos que apetece leer varias veces, saborear sus diálogos y deleitarse en sus referencias, tanto mitológicas como puramente históricas.


Un libro que transmite un mensaje de admiración por el arte de escribir, uno de los más elevados dones del ser humano, y por la capacidad que tiene para moldear la realidad, para bien y para mal, como herramienta indispensable en la generación del conocimiento. Y, tal vez y sobre todo, una novela que saca de la oscuridad al negro literario, la figura menos bañada por la luz áurea de la literatura, a pesar de toda la literatura que han producido, y de la cual, al menos en su mayoría, ni siquiera somos aún conscientes.