¡Hola a todos! Como estamos en la época de las sustituciones de verano, hoy vengo a hacer lo propio con la Reina Lectora, que está pasando el día en la piscina real porque lleva muy mal estos calores. Así que, como puedo hacer lo que quiera, os voy a hablar de un clásico que es muy especial para mí. Se trata de El Libro de la Selva de Rudyard Kipling, uno de los libros que más me marcó en mi infancia, ya que fue el primero que me leyeron de pequeño, cada noche (y a exigencia mía, todo hay que decirlo), hasta el punto de aprenderme aquella edición adaptada de Disney, palabra por palabra.

Naturalmente, de pequeño a uno le leen la versión edulcorada, que es la manera en que muchos comenzamos a relacionarnos con los clásicos a una tierna edad. No obstante, la mayoría de estas obras, adaptadas para el público infantil, se dejan por el camino gran parte de su esencia, por lo que creo que es necesario que conozcamos las historias que nos gustaron cuando éramos pequeños, en el formato original en que se escribieron. En mi caso, tuve la oportunidad de hacerme con este ejemplar editado por Sushi Books (aquí) y no me lo pensé dos veces.



¿Por qué decidí leer El Libro de la Selva? Bueno, al hilo de lo que ya he comentado, es uno de mis libros más queridos, y hace tiempo que quería releer el clásico original de Kipling. Lo había leído hace bastante tiempo, en mi adolescencia, pero no tenía ningún ejemplar propio, y me parece que uno debe tener ejemplares de todos aquellos libros que le han marcado a lo largo de su vida. Entonces conocí el sello Sushi Books que hace ediciones con portadas tan bonitas como la que podéis ver en esta edición, y decidí que era el momento ideal para volver a leer una de mis historias favoritas.

¿Cómo es la lectura? Como normalmente identificamos El Libro de la Selva con la historia de Mowgli, lo primero que hay que decir, para quienes nunca hayan leído este libro, es que en realidad se trata de una recopilación de cuentos de contenido moral, que Rudyard Kipling escribió en dos volúmenes, conocidos por su popular título, El Libro de la Selva, o también, El Libro de las Tierras Vírgenes. De esos dos volúmenes, el primero y más conocido es este, que se estructura en siete capítulos, de los cuáles los tres primeros están dedicados a la historia por todos conocida, de Mowgli, que fue la que después Disney llevaría al cine, popularizándola en el ideario colectivo, y haciendo que fuera identificada principalmente con esta pequeña porción del libro. 

Por tanto, es normal que todos conozcamos a Mowgli, Bagheera o Baloo, pero no muchos hayan oído hablar de las peripecias de Kotick, la Foca Blanca, las increíbles aventuras del fiero Rikki-Tikki-Tavi, o cómo Toomai el Pequeño se convirtió en Toomai de los Elefantes. Pero hasta cierto punto es normal que la obra fuera adaptada, porque en su origen, no fue una obra dirigida al público infantil ni mucho menos. Por ejemplo, el cuento titulado Los Siervos de su Majestad contiene unas referencias a tecnicismos bélicos que un niño no entendería, por no hablar de la forma en que Kipling plasma en los modales y sutilezas de los animales, las características propias de los humanos a los que sirven. Un recurso muy divertido y de enorme maestría, que diferencia a un mulo de un caballo, como si entre ellos hubiera una división de clase social, pero que desde luego, no es algo que divierta a un niño. 

Asimismo, es sorprendente la facilidad de Kipling para construir y dotar a sus personajes de esencia, en tan pocas páginas, o para dar al lector unas pocas pinceladas sobre las costumbres, lenguaje o leyes de los animales, pero que consiguen un trasfondo único para cada cuento, de modo que, cuando uno lee la introducción de cada historia, ya tiene la sensación de sumergirse de lleno en ella.

No obstante, hay que tener en cuenta que algunos pasajes de El Libro de la Selva, nos resultarán chocantes por la forma en que Kipling superpone la sabiduría del hombre a la del resto de animales, o trata de manera paternalista, y con cierta superioridad, a las tribus que vivían en los territorios invadidos por el Imperio Británico. Esto es una constante en toda su obra, y hay que entenderlo desde la óptica del autor, hijo de un oficial del Imperio, siempre favorable al colonialismo como una forma de extender su idea de la civilización, por el mundo. De hecho, en mi opinión, en El Libro de la Selva, Kipling no hace más que reforzar esta idea, confiriendo un rango más honorable a aquellos animales que se atienen a unas leyes, frente a la sociedad de los monos, los Bandar-log, anárquicos e incapaces de servir a nada más que a su hedonismo.

¿Volverías a leer algo de Rudyar Kipling? Más allá de las contradicciones que pueda suponer la visión de Kipling, desde luego no está exenta de crítica, y me parece uno de los escritores que mejor han sabido plasmar el mundo animal en la literatura, sin caer en eufemismos innecesarios que puedan hacer aburrida la lectura. En la literatura, como en el cine, la temática sobre el mundo animal o el mundo de los niños, está llena de peligrosos bodrios de los que nos debemos cuidar. Sin embargo, Kipling da al mundo del que escribe, el sello único de su prosa, y aunque sólo he leído de él, El Hombre que pudo reinar, tiene una extensa obra literaria muy recomendable. 

Atentamente,
Javier Arroyo Calatrava.
Historiador, ilustrador y diseñador gráfico.