A orillas del Aqueronte es un título que a buen seguro va a dar mucho que hablar. Su autor, Raúl Nogales (Madrid, 1974), sostiene que estamos dando la espalda a los clásicos literarios a un ritmo preocupante, lo que se traduce en una pérdida de valores igual de terrible en nuestra sociedad. Por este motivo, y utilizando la mitología como hilo conductor, este autor nos propone un viaje muy personal, que será diferente para cada lector, porque se trata de dar caza a nuestro propio monstruo, tal como lo hacían los héroes clásicos, descifrando así los profundos misterios que sus epopeyas trataban de transmitirnos.
Cuando uno lee
las historias clásicas que narran hazañas mitológicas, observa que están
pobladas de monstruos magníficos, descendientes caídos en desgracia de titanes,
gigantes, dioses, incluso, a veces. Les suelen hacer frente virtuosos
descendientes de esos mismos dioses, bellos, fuertes, virtuosos. Una lucha
entre el bien y el mal en toda regla, pero no entendida desde los parámetros
actuales, porque el héroe no tiene por qué ser moralmente mejor que el
monstruo, puede tener sus pecados a la espalda también, cometer una injusticia
por el camino. Recordemos que Hércules acabó con la vida de su esposa y sus
hijos, por ejemplo, en un ataque de locura que le causó la traicionada Hera,
harta de las infidelidades de Zeus, padre del héroe en cuestión. Para expiar
este pecado, Hércules comienza el periplo más famoso de su vida, el que lo
llevará a realizar sus celebérrimos doce trabajos. Porque incluso una
monstruosidad como aquella resulta expiable en el universo mitológico antiguo.
¿Y cómo es
esto posible? Pues porque no se trata de juzgar la moralidad de los personajes,
sino de transmitir un conocimiento profundo al lector, a menudo sobre sí mismo.
Esto nos deja un escenario en el que los personajes no son importantes en sí,
sino como transmisores de valores, y por otra parte, la historia, la mitología
clásica en sí misma, no es unívoca: es una historia diferente en función de
quién la lee.
Esto mismo
sucede con A orillas del Aqueronte, del escritor madrileño Raúl Nogales,
una historia sobre héroes y monstruos que, en el fondo, nos apela directamente
a nosotros mismos. «Es un libro que no te deja indiferente —comenta Nogales—.
Es sorprendente, impactante. Un libro que hace que afloren en el lector
diferentes emociones a medida que avanza canto a canto. Un libro que invita al
lector a reflexionar y posicionarse, aun sin quererlo».
A orillas
del Aqueronte es la historia de Hermes Reyes, un
joven emprendedor del sector de las tecnologías que, un día, durante uno de sus
frecuentes vuelos de negocios, recibe un regalo, un presente de los dioses, con
trampa, por supuesto, como pasa siempre en estos casos: se le concede la
habilidad de revivir su pasado, pero hay 33 almas de niños y niñas que quedarán
atrapadas en el Limbo a menos que él consiga destruir al monstruo que allí las
condenó. Todo un homenaje a la cultura clásica, pues esta construcción
literaria del viaje del héroe está presente en la mayoría de nuestros mitos
fundacionales. Se trata de un periplo de descubrimiento personal, que suele
incluir una bajada a los infiernos (A orillas del Aqueronte está plagada
de referencias a la obra de Dante Alighieri) y que puede terminar incluso con
la fundación de una ciudad o de una civilización.
«A orillas
del Aqueronte es un infierno de esperanza. Es un espacio donde el lector va
a repasar sus secretos más íntimos, sus miedos, y se va a enfrentar a ellos. Es
un libro que, a pesar del sufrimiento y la angustia que en muchas etapas de su
lectura se puede llegar a sentir, algo te obliga a continuar leyendo, porque
nunca pierdes la esperanza de encontrar en sus últimas páginas un final feliz»,
así la define el propio Raúl Nogales.
Podemos, pues,
definir A orillas del Aqueronte como un viaje, uno muy personal; tanto
que no será el mismo para cada uno de quienes lo lean. Y también como un
homenaje a la literatura clásica, esa que hemos relegado al fondo de los
estantes de nuestra memoria colectiva, corriendo el insensato riesgo de perder
asimismo los valores que encarnaba. «Los libros, como las canciones, se
escriben con una edad, se escriben en un momento histórico determinado, con
unos objetivos concretos que normalmente están siempre condicionados por
determinados elementos en los que el autor está inmerso —reflexiona Nogales—.
Que un libro o un grupo o una canción consigan romper esas ligas que lo unen a
un momento determinado de la historia y que consiga mantener el sentido por
generaciones es algo increíble. Todo lo anterior, cuando la sociedad se
encuentra en un momento de desconcierto donde prácticamente los clásicos
pierden espacio, se suele traducir en la perdida gradual de los valores que
estos clásicos transmitían y por los que estaban siendo recordados».
0 Comentarios
¡Muy importante! Antes de rellenar el formulario de comentarios revisa nuestra política de privacidad. No comentes ni rellenes ningún formulario si no estás de acuerdo con ella.
G R A C I A S por leer mis publicaciones y querer compartir tu opinión conmigo. Eres muy importante en mi Reino.