La parisina Raphaëlle Giordano es una de las grandes best sellers de los últimos años. Sus libros tienen un formato diferente y Cupido tiene las alas de cartón no iba a ser menos. Las novelas de Giordano no son del todo una historia, sino una especie de manual de autoayuda con un hilo conductor de ficción que podríamos denominar como seudohistoria. Desde mi punto de vista, es un estilo arriesgado, pero a sus más de 2.5 millones de lectores parecen no importarle. 

Novelas románticas

Aunque la portada y el título del libro tienen toda la pinta de hablar sobre una historia de amor, esta novela, sobre todo, reflexiona sobre el amor. Para ello, nos vamos a encontrar con una serie de variopintos personajes, aunque los principales serán Meredith, una actriz de comedia y Antoine, un hombre adinerado. La relación entre Meredith y Antoine se podría calificar de idílica, pero los miedos que ella tiene, heredados de sus anteriores relaciones de pareja, la llevan a pedirle un tiempo de, exactamente, seis meses, en donde se autoanalizará a ella misma y descubrirá qué es amar.

El argumento, realmente, se queda un poco cojo. Es una historia muy blandita y lineal, que, si no fuera por las píldoras de autoayuda que hay repartidas por el texto, no tendría mucho gancho. Esto me recuerda al libro de Álvaro González Alorda, Cabeza, corazón y manos, que también pretende ser un libro de coaching encubierto en una historia de ficción, pero que, desde mi punto de vista, ha sabido enfocarlo mejor que Giordano. 

Meredith y Antoine se separan y acompañamos a esta por una gira de actuaciones, tiempo que aprovecha para separarse de su pareja, analizarse y, a la vez, crear su propia obra de teatro. Junto a ella estará su compañera de actuación, una mujer sin mucha suerte en el amor que tiene como mascota a un loro. La relación entre estas mujeres es muy divertida porque, cabe destacar, que toda la obra de Giordano está plagada de humor. Antoine mientras tanto intentará demostrarle a Meredith su amor (más todavía) y tienen algunos encuentros e intercambian frecuentes mensajes. 

Aviso para navegantes: Las dosis de amor son bastante altas, lo  que se traduce en un texto con muchas frases moñas y escenas del color del algodón de azúcar. Dado que hay ausencia de misterio en la obra, el argumento, como ya dicho, cojea un poco. 

Personalmente, lo más interesante ha sido el contenido de autodesarrollo, estructurado de forma bastante sencilla y clara, que nos permite hacernos un cursillo rápido (o «lovetour», como lo llama Meredith) sobre qué es y qué no es el amor. Y sobre todo, nos permite descubrir cuánto nos queremos a nosotros mismos. Por si fuera poco, al final del libro hay un cuaderno que recoge cada uno de los puntos de este autoanálisis con ejercicios y propuestas para que lo llevemos a cabo. 

Cupido tiene las alas de cartón tiene un formato diferente que agradezco, y unas altas dosis de sabiduría sobre las relaciones y sobre el amor propio, pero la historia que acoge a este programa de autoayuda es demasiado blanda y sencillita, con un amor muy edulcorado.