Sobrevuela por algún páramo salvaje, una recomendación que dice que es mejor que el escritor novel comience escribiendo relatos antes de embarcarse en una novela, consejo que  mí me parece que se cae por su propio peso. ¿Cuántos grandes novelistas escribieron libros de relatos antes de su primera novela? Los libros de relatos tienen su propia naturaleza (recomiendo leer Mystic Topaz de Pilar Pedraza), totalmente distinta a la de una novela y no es ni una especie de entrenamiento ni un curso de iniciación a nada. Es un arte en sí, muy difícil de manejar, por cierto, ya que mientras en una novela tienes más de 100 páginas, como mínimo, para resolver un tema, en un relato te enfrentas, quizás, a menos de 10 (hace unos meses me quedé impresionada con La playa y el tiempo de Enrique Calabuig). 

Luces al anochecer abre este debate porque es el primer libro de Enrique Palomo Atance y está estructurado en forma de relatos, pero, al leer cualquiera de ellos, te das cuenta de que no es la antesala de ningún ensayo creativo, sino un proyecto creativo en sí mismo, muy bien elaborado.

Luces anochecer Enrique Palomo Atance

Luces al anochecer es un libro compuesto por nueve relatos que describen acontecimientos aislados en lo que el autor denomina La Gran Ciudad, una enorme urbe que bien podría representar cualquiera de nuestras metrópolis modernas, con claros signos de decadencia. Este emplazamiento sirve como telón de fondo para relatar episodios que podrían pasar desapercibidos entre las fauces de este gran monstruo de cemento que casi nunca se para a mirar estas partes de su propia historia.

Para entrar en contexto, en el primer relato Enrique Palomo describe con parsimonia la consolidación de La Gran Ciudad y su estado actual. Una descripción un tanto arriesgada para un inicio de libro y no apta para impacientes, en donde, sin embargo, nos permitimos conocer cuál va a ser el tono narrativo del autor durante toda la obra y su enorme destreza con las letras. Además, esta introducción despierta la curiosidad del lector que se preguntará a partir de entonces de qué está hablando exactamente Palomo Atance, ¿es acaso La Gran Ciudad alguna de nuestras ciudades? ¿Podemos adelantar acontecimientos y descubrir su verdadera identidad? 

Este es un baile que no deja de producirse en ningún momento en la obra de Palomo Atance, la realidad danza con la ficción para que el lector descubra de qué se está hablando exactamente dentro de un escenario imaginado. Y lo hace en forma de escenas muy emotivas. Confieso, en este punto, que lloré con el relato titulado «Confesiones de un biólogo molecular moribundo». Cuando llegué a este relato, además, me di cuenta de algo que supone toda una rebeldía dentro de la literatura: Enrique Palomo no opta, en general, por finales felices y esto, en la era del optimismo, es atípico. Los relatos de Luces al anochecer no te dejan con una sensación agradable, sino más bien con cierto poso reflexivo y melancólico que se debe procesar adecuadamente. Este tipo de finales sería otra de las grandes peculiaridades del autor y se encuentra un gran ejemplo en otro de sus relatos, «Otro cuento de Navidad».

Hoy es Nochebuena y ya he cumplido con mis obligaciones de consumidor generoso y voraz, por lo que debería sentirme rebosante de paz, alegría, felicidad y amor. Sin embargo, un suceso inesperado y terrible me lo impide: acabo de matar a un hombre. Otro cuento de Navidad.

Mi relato favorito es «Dos extraños en el metro». Narra la historia de dos jóvenes que se enamoran en un vagón de metro en una aséptica mañana gris, entre gente adormilada y apagada. Tiene un guion y una descripción muy cinematográfica. Muchos relatos de Luces al anochecer se lee y se ven. Se requiere mucha maestría para crear acción en un escenario tan estático, con una cortina de gente gris de fondo y sin muchos elementos a los que agarrarse, solo miradas, gestos cómplices y movimientos corporales que, más que sensación cinematográfica, otorgan al relato un aire teatral. Sí, esa es la palabra: teatral. 

Los lugares ordinarios se visten cada día con la esperanza de ser el escenario de un gran acontecimiento. Dos extraños en el metro.

Tampoco pasa desapercibido el interés de Palomo Atance en Luces al anochecer por hacer partícipe al lector de una reflexión conjunta acerca del mundo que estamos construyendo. A veces, esta crítica social es muy evidente, otras es más sutil, pero cada relato tiene un mensaje para nosotros. 

Enrique Palomo Atance abre Luces al anochecer con un retrato de La Gran Ciudad y lo cierra también con ella, pero desde los ojos de su gobernador. No parece que los relatos estén ordenados al azar, sino con una estructura concreta. Y es que sabemos que el autor ha escrito cada uno de ellos de forma minuciosa, tal y como contó en Un libro de relatos solidarios, la entrevista que le hicieron en Top Cultural, por lo que minucioso habrá sido también el proceso de organización de los mismos. 

Por último, señalar que cada venta de Luces al anochecer de Enrique Palomo Atance recauda 3€ para la Fundación Menudos Corazones, una fundación que me toca muy de cerca.