Para el escritor Ricardo J. Montés (Ontinyent, Valencia, 1959), dedicarse a la literatura en un género como el de la novela histórica supone toda una delicia: ser capaz de poner en marcha su imaginación para rellenar aquellas lagunas a las que la historia aún no puede dar una razón de ser. Siempre con respeto por la disciplina, desde luego, porque si algo caracteriza a este autor es la devoción tanto por la historia como por la literatura.

En febrero de 2022 publicará La última corona, una obra de género histórico sobre el ocaso de la Hispania visigoda que será publicada por la editorial Fanes y con la que he tenido el placer de mediar como agente literaria.

ricardo j montés la última corona

Es cierto que son pocos los escritores que pueden poner esta palabra, a secas, en su currículum, ¿qué hace falta para que uno pueda vivir de su pasión por escribir?

Lees el currículum de muchos escritores/ras y pone: «Fulanito de tal, abogado, medico, profesor, cura, periodista…». Muy pocos resisten y subsisten con la exclusiva palabra escritor/ra. Este es un privilegio reservado para unos cuantos escogidos. Afortunadamente, no poseen la exclusiva de escribir con ingenio e interés, pues esta habilidad, por fortuna, ha sido repartida con generosidad entre muchas más otras personas, aunque no puedan vivir de la literatura. A estos escritores les hace falta una buena oportunidad para visibilizarse entre el mundo lector.

¿Podríamos definir al escritor de novela histórica como una suerte de historiador afortunado que puede permitirse el lujo de rellenar lagunas documentales con fantasía e imaginación?

La imaginación es una herramienta productiva de historias que hablan de la historia. Aunque cuidado: no todo vale para los escritores de novela histórica. Ahí están vigilantes nuestros amigos los historiadores, que son los especialistas en historia, la disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados. Unos se pueden conocer leyendo documentos debidamente conservados. Otros se pueden deducir estudiando yacimientos arqueológicos. Los menos apenas se intuyen. Pero quedan muchos otros acontecimientos por establecer, a los que no se puede negar su existencia, solo porque no los acredite un pedazo de pergamino, un hueso fosilizado o un trozo de cerámica.

Es indiscutible que los hechos del pasado sucedieron ciertamente y es bueno que alguien se encargue de contarlos de forma amena y atractiva, pero con el suficiente rigor como para que resulten verosímiles y coherentes, las dos líneas rojas que nunca debe traspasar un escritor de novela histórica que pretenda serlo.

¿Sobre qué gran hecho histórico que no hayas abordado aún te gustaría escribir?

A la hora de escoger, es difícil ser original, pues todo parece haber sido ya explorado.

¿Dirías que la historia de España es bien conocida o hay muchos bulos circulando libremente?

En general, creo que la historia de España es bien conocida, aunque me preocupan las tendencias revisionistas de parte, tan de moda en estos tiempos. La historia no se debe someter a votación.

Tradicionalmente se tiene a Rodrigo, último rey visigodo, como un hombre de pocas aptitudes para gobernar; sin embargo, en tu libro La última corona aparece como alguien que tenía una visión que parece imposible para la época: unificar el reino visigodo. ¿Es Rodrigo una figura maltratada por la historia?

Rodrigo reina poco tiempo y a contracorriente. Tiene que lidiar con las constantes intrigas intestinas. Por si le faltaba algo, se le cuelan los árabes por la frontera sur. Es un escenario poco propicio para lucirse y dejar un legado honroso para la historia. Aun así, es muy meritorio que Rodrigo busque la unidad de todas las provincias visigodas, pues está convencido de que es la única forma de evitar la invasión. El no conseguirlo sin duda empaña su figura ante la historia.

Podríamos casi decir que seguimos arrastrando aquellos males, esa incapacidad para poner de acuerdo a todas las regiones del país. ¿Es una especie de maldición que padecemos o tiene alguna razón de ser?

No creo que se trate tanto de una maldición como del resultado aluvionario de la sucesiva concurrencia de pueblos de diversa índole y procedencia. Muchos autores sitúan la unidad política de España en 1707, cuando Felipe V vence en la batalla de Almansa y se erige en el único rey, derogando los Fueros regionales. No existe, pues, un concepto de España unida hasta bien tarde. No existía tampoco en la Hispania visigoda, y la falta de unidad facilitó sin duda el rápido progreso de la invasión musulmana.

¿Con qué escritor o escritores te gustaría que te comparasen?

Hay muchos a los que admiro: Ken Follett, Santiago Posteguillo, Juan Eslava Galán, Jesús Sánchez Adalid…

Como escritor, ¿qué papel crees que juega en un libro su portada?

La portada es la que inicia el idilio entre el escritor y el lector. Pero la portada no garantiza el éxito de esta relación. El buen fin o el fracaso del amorío dependen de que las páginas interiores creen adicción en el que las lee, a ser posible una tras otra, sin detener la lectura.

blog de reseñas de libros la reina lectora