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«Nunca he creído que las diferencias entre hombres y mujeres sean tan diferentes como otros escritores y filósofos sostienen», nos dice Theodor Kallifatides.

Theodor Kallifatides es un escritor greco-sueco muy prolífico. Con una trayectoria de más de 40 libros entre ensayos, poesías y novelas, ha sido traducido a varios idiomas y ha recibido muchos premios por sus trabajos. La editorial Galaxia Gutenberg se ha encargado de traer a nuestro país las novelas Otra vida por vivir (2019), que ha merecido el premio Cálamo «Extraordinario 2019», El asedio de Troya (2020), Madres e hijos (2020) y Lo pasado no es un sueño (2021).

El viernes, 1 de abril, llegamos a la residencia del embajador sueco, Teppo Tauriainen, para conocer a Kallifatides. Era una fría mañana madrileña en la que, sin embargo, lucía mucho el sol y una ligera brisa mecía tímidamente las banderas de Suecia y de la Unión Europea. De hecho, atisbaba, a través de los enormes ventanales blancos, sus telas mecerse al compás del viento mientras la melódica voz de Theodor respondía a nuestras dudas en inglés, español y alguna que otra palabra en italiano. «Allora!», nos apremió a comenzar con el interrogatorio. 

Timandra Theodor Kallifatides

Antes, su editor, Joan Tarrida, nos explicaba por qué la nueva novela que íbamos a conocer de Theodor era especial. Lo más importante a saber es que en Timandra, la obra que nos ocupa, el autor no está. Es decir, Kallifatides tiene tres grandes líneas narrativas: autobiográfica, de ficción en donde los personajes se basan en su experiencia de vida y otras de mitología clásica en donde no personifica. En esta última corriente se encontraría Timandra.

También es interesante resaltar que el autor escribe en sueco y en griego, y, en ocasiones, él mismo se traduce al griego. Prefiere, de hecho, que los libros se traduzcan de alguna versión hecha por él (si hay traducción en griego, prefiere que que se saque de aquí y, si no, desde el sueco). Por último, anunciar que este año saldrá un libro más del autor con Galaxia Gutenberg: Amor y morriña, en octubre.

Entonces, Theodor Kallifatides se levanta y es su turno. Sobre la gran lámpara de cristal que pende del techo, la luz roba millones de reflejos que parecen contrastar con el discreto traje en escala de grises de Kallifatides. Nos cuenta que Timandra es muy especial para él y que en las guerras griegas los verdaderos héroes fueron las mujeres

Timandra es una de las figuras más fascinantes de la Antigua Grecia, según reza la sinopsis del libro. Congregó en su casa a las mejores mentes del momento. En la obra, el autor deja que sea ella la que hable y nos relate su vida a lo largo de 192 páginas, teniendo como centro de gravedad siempre el amor.

Kallifatides confiesa que fue todo un reto escribir como si fuera una mujer. «Escribir sobre sus pechos fue un poco incómodo», dice cómicamente. Cuando piensa en la vida de Timandra, ve también una idea presente en la suya: el sueño de la libertad, en cuanto a encontrar en uno mismo la persona que es. Además, al escribir esta novela, dejó atrás su género, que era la mochila más pesada. No se convirtió en mujer, pero se acercó a sus ideas y deseos. Recibió una liberación sexista sin pedirlo.

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El carácter de Timandra es liberal, inteligente, interesado en filosofía y política. Es un modelo para hombres y mujeres, aunque él eligió una mujer para representar todo esto.

Tiene la sensación de que en España hay una calidez especial hacia sus libros que nunca ha sentido. Los lectores hablan de ellos con amor, quizá porque en España y en Grecia hubo una guerra civil y, aunque creamos que estas acaban con el fin de la batalla, en realidad, nunca terminan. Hay una derecha y una izquierda, y una forma dividida de ver las cosas que, aunque pueda parecer contradictorio, siempre acerca. Cuando él llegó a Suecia (años 60), era un país ideal. En Grecia tenía prohibido el acceso a la universidad porque su padre había sido acusado de izquierdas, pero en Suecia sí se pudo desarrollar. A esa división se refiere. Y puede que los españoles empaticen más con sus libros por ello. 

Estábamos quizás metiéndonos en otros derroteros, más políticos o sociales, lejanos a Timandra, aunque ella también vivió una guerra, la Guerra del Peloponeso y, al final, a unos y a otros no nos separa tanta distancia temporal. Sin embargo, alguien preguntó sobre la prostitución. ¿Era Timandra una prostituta en su época? Kallifatides llevaba ya un buen rato hablando en inglés, a capela, sin micrófono que valga, entusiasmado con cada una de nuestras preguntas. 

«Siempre ha habido gente que ha vendido el cuerpo para quien lo puede pagar, pero no siempre se ha llamado prostitución. Timandra no era una prostituta, sino alguien que vende algo que no todo el mundo puede comprar. Ella solo lo vende a quien ella quiere. No es la prostitución que conocemos normalmente. Timandra elegía la gente con la que quería estar. Eran mujeres muy respetadas que formaban parte de la vida cultural y política de Atenas. Los políticos filósofos y escritores iban a verlas y a hablar con ellas»Theodor cree que la palabra prostitución en el fondo lo que da es una justificación para hacer algo que sabes que está mal. Usas una palabra para hacer algo que sabes que la mujer no quiere.

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Sobre si habrá alguna otra obra futura, Theodor dice entre risas que ahora escribe en Twitter. Está cansado, ya es viejo. Cree que su carrera literaria ya está hecha y siente que tiene el derecho de levantarse cada mañana sin el corazón acelerado, ya que escribir es una actividad que implica estar absolutamente concentrado y, a veces, aislarse hasta de tus seres queridos.

Ya hacía una hora que el mediodía había llegado y Theodor Kallifatides seguía tan entusiasmado como al inicio de la reunión. Las banderas de la Embajada seguían ondeando y, de vez en cuando, paraban en seco quedando lacias sobre el mástil. Mi vista iba y venía del piano de cola en un extremo de la sala a la lánguida figura del autor. De alguna manera, pensaba que lo que él hacía también era música. Lo último que nos dijo, antes de que tuviese que escaparme escaleras abajo por la lujosa residencia con Timandra entre las manos, fue que leía mucho en español. Así dejé la Embajada de Suecia, con una sonrisa en los labios y la última melodía de Kallifatides resonando en mi memoria. 

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