reseña del libro la ventana de los cernícalos de ana ruiz echauri

Si habéis leído mi reseña de El borrador de Carlos González, ya sabréis que no suelo leer las sinopsis antes de adentrarme en un libro. Me dejo llevar un poquito como barco a la deriva a la isla que me quiera acoger. Aunque también me esfuerzo y remo cuando veo un destino bonito, quizás porque leo una frase que me gusta, veo una portada que me encanta o me llega la recomendación de un buen amigo o amiga. La historia de Ana Ruiz Echauri me atrajo por sus pajaritos. Eso de ver crecer a unos cernícalos a través de una ventana y que alguien, con la sensibilidad suficiente, me lo ponga en palabras, me pareció muy buen plan. Pero no sabía qué me iba a encontrar en La ventana de los cernícalos

Debo reconocer que me adentré en la lectura con el entusiasmo de encontrar un libro muy inspiracional y alegre. Los pajaritos transmiten eso, ¿no? Sin embargo, la atmósfera de La ventana de los cernícalos es bastante plomiza, desde mi punto de vista. Lo tiene todo en cuanto a inspiracional, sin duda alguna, pero hay que darse un espacio grande para leer la novela. 

Todo comienza en una casa sin vistas sustituida por otra con vistas. Las metáforas son muy importantes en este libro. Ana Ruiz las maneja muy bien. 

El corazón de las casas late a otro ritmo cuando te asomas a la ventana.

Y sigue con J. Un artista confinado en silla de ruedas

El libro va alternando dos vidas paralelas bastante diferentes a priori. En la casa con vistas reside una pareja que se acaba de mudar y que, entre cajas y desorden, encuentran a unos cernícalos anidando en uno de sus maceteros. En otra casa y otro lugar, el artista confinado en silla de ruedas recibe la visita de una periodista que quiere contar su historia, pero que, al final, le basta con solo conocerla

Podría parecer una contraposición de mundos, algo así como la pareja feliz recién mudada, con toda una vida por delante, versus la pareja anclada a una silla de ruedas, con la vida ya gastada (esto mejor que os lo cuente J). Sin embargo, el tono emocional de sus vidas es, básicamente, el mismo. No he encontrado mucha más alegría en la pareja mudada que la que encuentro en los momentos y conversaciones de J y la periodista. De hecho, estos últimos, parecen pasárselo mucho mejor. Esto me llamó la atención y por eso he hecho referencia al tono plomizo de la obra. Siento que más que una contraposición, Ana Ruiz pretende en La ventana de los cernícalos que sus mundos se toquen porque, a medida que vas leyendo, intuyes que habrá un cruce de caminos de una u otra forma. Y ese roce ya se lee en las primeras páginas, porque comparten algunos pesares, algunos pozos, posos, que se estancan dentro de ellos. Distinto argumento, pero mismo resultado. 

Es un libro también muy cotidiano. Las páginas están llenas de momentos en los que no pasa nada, que describen el día a día. Otras se inundan de anécdotas o recuerdos del pasado. De hecho, La ventana de los cernícalos se basa en observar, que es lo que básicamente hace Sofía todo el día. Observar a sus pajaritos. Después se abre un blog. Y en él descubre otra ventana distinta, a un mundo más amplio, en donde comparte la vida de los cernícalos. J también comienza a sentir la necesidad de abrirse un blog. Pero para compartir otra realidad mucho más distinta. 

No es un libro rápido, pero no pasa nada, ¿verdad? Las prisas no son buenas. En los encuentros entre J y la periodista, abundando las conversaciones. Y en los capítulos dedicados a Sofía y los cernícalos, destacan las tribulaciones de esta. Su pareja, además, está ausente todo el día, inmerso en una campaña de marketing que acaba atrapando al propio lector, aunque, en un principio, no siente mucha preocupación por lo que haga o deje de hacer este personaje. No parece muy protagonista, pero ¿lo acabará siendo? 

Puedo decir que La ventana de los cernícalos de Ana Ruiz Echauri ha sido algo totalmente distinto a lo que esperaba encontrar. Me ha inspirado. Me ha pausado. Me ha mostrado otros paisajes distintos a los que veo a través de mi propio cristal. Las editoras de Grijalbo nos contaban en el tercer número de nuestra revista literaria cómo conocieron esta historia y por qué decidieron publicarla y puedo entender esta apuesta por un argumento que podemos llegar a sentir muy cercano. Una lectura compleja sentimentalmente, pero ideal para una tarde tranquila, acompañada con una taza de café. Y, quizás, un poquito de lluvia afuera.

Podéis seguir, además, la propia historia de los cernícalos de Twitter de Ana Ruiz Echauri aquí

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