Si dentro de unos años, meses, semanas, el telediario abre con la noticia de que la novela de Judas, Dagas y dudas, de Santiago Fernández Santos, ha sido robada de la Biblioteca Nacional de Madrid, no digáis que no os lo advertí. Y es que lo que contiene no es apto para los neófitos.  Su lectura, sin embargo, te puede convertir. Es un conocimiento bastante accesible, aunque misterioso... Así que sigue leyendo (mi post o directamente la novela, lo que tú quieras).

Si tuviera que elegir un adjetivo para describir la obra de Fernández Santos sería este último: misterioso. Desde la primera página, la historia propone algo irresistible: un grimorio decimonónico ha sido robado de uno de los depósitos con mayores niveles de seguridad de la Biblioteca Nacional. Y el bibliotecario Arniayán se obsesiona con ello. También un antiguo mercenario y un investigador de lo oculto. 

Pero vamos al inicio de todo. 

Madrid es un ente vivo en Judas, Dagas y dudas. La ciudad está despierta y acoge a sus habitantes con fervor. O, al menos, así nos la expone Santiago, que se deleite en describir pasajes cotidianos de la vida madrileña mientras nos va adentrando en el secreto de su novela. Me ha gustado especialmente la parte descriptiva siendo yo bastante impaciente para esto de las descripciones. Así que hemos empezado con muy buen pie. Además, los personajes son también ingeniosos desde las primeras páginas, pues sus diálogos exponen preguntas con muchas posibles respuestas como «¿Cuánto desorden es capaz de soportar un bibliotecario?». Algo, también, a favor es la nota de sensualidad que Fernández Santos ha incluido desde muy temprano. A través de Marie, uno de los personajes principales, viviremos tórridas escenas y sensuales momentos, que te llevan a mezclarlo un poco todo: lo onírico, lo fantástico, lo secreto, lo oculto. Pobre Arniayán, con esa personalidad suya tan de bibliotecario curioso, intelectual e inocente, pero también tan sabedor del merecimiento de los buenos placeres (que no duda en tomar) y de las grandes Verdades (que tampoco duda en salir a buscar). Aunque lo que más me ha gustado de él ha sido su aparente ausencia de enjuiciamiento de lo que ve en los demás. Un personaje digno de novela, sí señor.

Debo reconocer que al principio de la trama tenemos una escena un poco rara que, así, sin contexto, te descoloca. En mitad de una cita romántica, en un restaurante, se produce el robo de un libro entre dos personas que, casualmente, Arniayán conoce. Porque Arniayán es el que está teniendo la cita romántica en ese restaurante. Pero sigue leyendo, lector, no te frenes, porque Judas, Dagas y dudas te va a llevar por senderos inesperados. Personalmente y, al hilo de esto, hay partes que a lo mejor retocaría, como ciertas transiciones o el hecho de que la acción como tal no llega hasta la página 152 más o menos, pero es lo único que puedo decir de forma constructiva sobre el libro. Ha podido más conmigo la cantidad de secretos, referencias y sensaciones de que estaba entrando en un terreno bastante oculto y prohibido, que los pormenores técnicos narrativos. 

La ambientación española convierte al libro en un argumento muy cercano, además, te puedes apuntar muchas curiosidades reales de nuestro mundo que el autor va dejando por las páginas. Como ya he dicho, la historia juega mucho con el ocultismo, pues también conoceremos a una hermandad de mujeres originaria de finales del siglo XIX que se reunían en pasadizos del subsuelo de Madrid (si te va lo de las sociedades secretas luego puedes seguir por AQUÍ). Y nos adentraremos en el mundo de los sueños. Como todos hemos sentido modorra alguna vez en nuestra vida, sabemos lo que es estar en estado soporífero, cómo todo se confunde y se vuelve ingrávido. La lectura de Judas, Dagas y dudas también tiene esta forma. No es que su argumento sea inteligible o confuso, sino que pesa sobre él cierta ingravidez, consiguiendo que a lo largo de la lectura caigas hipnotizado.

He señalado la página 152 como un momento de acción central de la trama. Aquí ya descubrimos algunas cosas y atamos ciertos cabos, además, nuestros protagonistas viven sus primeras dificultades como tal y la cosa se empieza a enrarecer. Marie, la mujer sensual de la que queda prendado Arniayán, guarda un secreto que el bibliotecario descubre, porque no es tonto, y me alegro de que Santiago Fernández Santos haya creado personajes alejados del infantilismo literario. Los personajes también saben cosas, no son bobos por ser creaciones literarias. 

Y en estas andamos, querido lector. Un libro con enseñanzas ocultas robados de la Biblioteca Nacional, una hermandad de mujeres que aparecen muertas (¡ops! Esto no te lo había dicho, pero no es spoiler) en el subsuelo de Madrid, personajes variopintos con aires de bohemia que tienen que resolver los misterios del libro y un mundo onírico, sensual, impactante, bajo la dirección de Santiago Fernández Santos. Una historia (Judas, Dagas y dudas, apunta el título) que me ha llevado a lugares que quería (y no sabía) visitar. Una historia para casi todos los públicos. 

Leedla antes de que la roben, de verdad.