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Adquirí el libro de Juan José Millás el 2 de junio, en mitad de la Feria del Libro de Madrid, la fiesta de los lectores. Atraída por una sinopsis de locura, una sinopsis que prometía molinos confundidos con gigantes, me vi siendo la primera en la cola de un escritor al que nunca había leído para que me firmase el ejemplar. De hecho, llegué con media hora de antelación y allí me planté bajo la lluvia madrileña, como una gata mojada. Al llegar a casa, empecé a leerlo. Y así es como conocí a Lucía, una mujer pájaro que me contó su historia... ¡En solo un día! Surrealista viaje este que vamos a emprender. Pónganse los cinturones para acompañarnos por las calles de Pekín... ¿O eran de Madrid?

Fuente de la fotografía del autor: JOT DOWN


Personalmente, el libro se me antojó una fábula desde el momento en que no sabía si estábamos hablando de personas o de aves. Nuestra protagonista aletea continuamente en un relato en donde la ficción y la realidad se revuelcan sin descanso sobre el lecho de la literatura. Ella, que vio a su madre convertirse en pájaro y que clasifica a la gente como si también lo fueran, es parte, sin duda, de un relato animalesco. Por otro lado, el contenido surrealista de la novela da picotazos a los actos más mundanos, siendo, desde mi punto de vista, menos importante el qué se dice que cómo se dice. El mérito de esta obra es la forma, el proceso creativo de la misma, el cual no podría ser sin una serie de elementos que Millás ha insertado magistralmente en ella, como la ópera de Turandot.

«La nueva novela de Juan José Millás convierte lo cotidiano en extraordinario».

Lo que ocurre en esta novela tiene que ver con el argumento de la ópera de Puccini, Turandot, con el ave que es mujer, o la mujer que es ave, y con la gran obra de teatro que es la vida. La protagonista, una mujer excéntrica, vivirá su propia tragicomedia entre las páginas del libro mientras es narrado por otros.

Me ha parecido que Millás utiliza un estilo narrativo agrio, que por otro lado, me gusta bastante. Los capítulos son muy cortos, desnudos de título, y con un equilibrio justo entre diálogos y narración. Cuando Lucía abre la boca (o el pico), toda la atmósfera se llena de cierta fantasía, pero a ella solo le interesa encontrar a su amado por las calles de Madrid. Podría decirse que esta novela es en parte, una novela de amor, pero de amor hacia una ciudad. Lucía antes que en pájaro, se convierte en taxi, y con él, recorre muchos sitios emblemáticos de la capital, encontrando una salida a su situación laboral y una esperanza a su situación sentimental. Sin embargo, lo que encuentra una y otra vez es a la ciudad. Lo que le ofrece la ciudad. Ella va recogiendo las vidas de las personas dentro de su vehículo y convierte cada historia en algo extraordinario. 


Desde el primer momento se ve que la protagonista está incubando algo. Y eso es más fuerte que la resolución argumental final. De hecho, en mi caso, no tenía ningún interés en resolver la trama, sino que seguía decidida en revolcarme en ella de manera carnal y desgarrada, como hace Lucía cuando se desnuda ante algún pasajero de su taxi (literal y metafóricamente hablando). Esto último es un guiño, lector, para darte a entender que en esta obra en la que todo cabe, también hay sexo. Un sexo que se asemeja a la sensación que provoca morder un limón. Aunque si lo pienso bien, todos los capítulos me provocaban esta sensación.


La incubación de Lucía se resuelve en la escena final, a modo de metamorfosis kafkiana. Y no quería usar yo esta referencia, por estar siendo ampliamente repetida, pero a ver cómo lo explico si no. Llegados al extremo final, se ve perfectamente la creación literaria sobre el trasfondo existencial que Millás ha depositado en la novela. Un bonito (esto es subjetivo, lector, y si has leído la novela sabrás por qué) cierre.

Ahora sólo resta decir:

«Mi primera vez en el universo Millás ha sido memorable».

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