reseña del libro vacíos y otras taras de ana porras

Me gusta la metáfora del espejo como descripción global de lo que este libro significa. Hay obras que sirven para entretener, otras para enseñar y algunas, muy pocas, las más poderosas, para reflejar. «Vacíos y otras taras» de Ana Porras se convierte en un espejo en donde mirarte y reconocerte, pues el recorrido que hace a través de un amplio elenco de mujeres de diferentes edades y situaciones, supone una radiografía fiel y real de la vida. Y aquí está lo interesante, pues aunque está claramente dedicado a mujeres, creo que habla de la vida en general y, quien se sienta mujer, o, incluso, quien no se sienta mujer, también puede encontrarse en el texto.

Ana Porras lleva veinte años dedicada al periodismo. «Vacíos y otras taras» es su ópera prima. En él, encontramos veintitrés relatos que tratan temas muy diversos desde sus protagonistas femeninas, escritos de manera exquisita. Ella misma define así su obra: «Es el reflejo de algunas de mis obsesiones, mis neurosis, de esas preguntas que me hago y de sus respuestas. Es un retorcer la realidad mientras mudo la piel de serpiente, mientras me pincho con una rosa que me engañó con su aroma o con la que me dejé engañar porque antes de tocarla ya sabía que iba a pincharme. Es asomarme a mis precipicios y saltar sin red. Tener que caer una vez más para reparar en que estoy viva».

La forma de escribir es sorprendente. Para ser la primera obra de Ana Porras, parece que lleva tras de sí todo un legado narrativo. Me sorprendieron los juegos de palabras, las metáforas, la lírica, la poesía enmascarada, las evidencias, frases cortas certeras, los recovecos ficcionados o las costuras reales. He leído muchos libros de periodistas y los años redactando crónicas les han pasado factura a algunos. Tienden a un texto más expositivo. Ana Porras en «Vacíos y otras taras» juega en otra liga, roza el cielo literario con las yemas de los deditos creadores de historias.

En cuanto al contenido, el primer relato es una historia que comienza en ese momento previo a mandar un mensaje a quemarropa. Imposible mirar hacia otro lado. ¿Quién no ha sostenido el móvil alguna vez indeciso sobre si pulsar el mensaje de «Enviar»? Sí, hay amores truncados y enredados, claro, porque la mujer ama. Pero es una mujer madura, y, si se muestra sumisa, es porque ella misma lo ha elegido. Creo que cada historia es políticamente incorrecta a su manera, letras incómodas que te hacen reflexionar hasta un punto bastante visceral. Hay un relato en concreto que toca el tema del cáncer, pero no desde la superación del mismo, sino desde otra visión totalmente distinta, una que choca por su crudeza: la adicción a las enfermedades. En cada cuento hay un vacío, hay una sombra, que es la promesa que Porras nos hace. No todo tiene final feliz. Valiente eres, Ana, por ello.

Mi relato favorito es «La capa de Peter Pan» (diploma de honor también al los títulos de los capítulos) porque hay folliamigos y oye, qué bien, vivan los folliamigos. Luego hay otros que se hilan entre ellos y algunos que hasta se meten en el terreno pantanoso de amoríos entre políticos de distinto partido. Pero no, que no todo va de amoríos, que Ana Porras en «Vacíos y otras taras» ha tocado incluso los traumas genéticos o la muerte como protagonista toda ella. ¿Es la muerte mujer?

El libro que ha sido definido como ejemplo de la generación bisagra habla, sobre todo, de mujeres que llevan a sus espaldas una mochila demasiado cargada. Y, repito, mujeres pueden ser muchas, no solo las que han nacido con órganos sexuales femeninos.

Nos pasamos la vida buscando y, entonces, llega Ana Porras y nos encuentra entre «Vacíos y otras taras», el libro en donde tú y yo tenemos un, a veces, cómodo y, a veces, incómodo espacio.

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