Nos trasladamos al Madrid de 1908 en la novela El hombre sin rostro de Luis Manuel Ruiz. Estamos en la España de la Restauración borbónica de Alfonso XIII y a cuatro años del asesinato de Canalejas mientras miraba un escaparate en la Puerta del Sol. Y, aunque en esta obra hay asesinatos igual de rocambolescos, e incluso anecdóticos, no tienen nada que ver con el del presidente.  Aquí lo que nos encontramos como primer misterio es la muerta de un profesor de Biología bajo las fauces del esqueleto de un dinosaurio en el Museo de Historia Natural de Madrid. Ya es mala suerte que se descuelgue tal bestia del techo y que caiga justo encima del buen hombre que rondaba los pasillos del museo en plena noche. Porque se ha descolgado, ¿verdad?

¡Música, maestro! Comienza la tonadilla de la historia y lo que viene se parece bastante a un baile. Sobre todo, un baile de personajes. Esta novela, que podríamos considerar detectivesca y experimental, así como esperpéntica y misteriosa, es lo que es gracias a sus personajes. Ellos mueven los hilos de la trama y sobre ellos recae el peso literario de la misma. De hecho, desde el inicio, sentí que la muerte del profesor de Biología quedaba en un segundo plano y, sin embargo, pasábamos horas y horas a las puertas de un periódico con Elías Arce o viajábamos en carruaje con el profesor Salomón Fo.

Todos nuestros personajes tienen rasgos exagerados y Luis Manuel Ruiz se ha permitido aquí un despliegue de ingenio sin parangón. Ha jugado con ellos estirándolos y encogiéndolos y hemos advertido desde las motas de polvo de las solapas de su abrigo hasta las gotas de sudor que perlaban sus frentes. Además, todos los personajes tienen sus propias historias secundarias que recubren a la novela con papel dorado de sabor bombón. Puede que algún lector atisbe aquí un enlentecimiento de lo que es la trama propiamente dicha porque Luis Manuel Ruiz se detienen en los detalles, en las descripciones y en las divagaciones de cada uno de sus personajes, pero si es lo que busca la trama y se hace bien, es decir, si se construye con coherencia y calidad, y el autor se desmelena con salero y propósito, podemos sacrificar ese ritmo ágil para disfrutar de las flores de un camino algo más lento.

Tendía a ver el amor como una especie de función de teatro donde se pronuncian palabras esdrújulas y las muchachas se desmayan entre los brazos del galán justo antes de la ovación de la platea.


Así, vamos caminando por ese fidedigno Madrid del siglo XX persiguiendo una idea: Efectivamente, el esqueleto del dinosaurio no parece haberse descolgado del techo por azar. Y una nueva muerte, en el cercano círculo del profesor Fo, que te he nombrado, pero que creo que aún no te he presentado, alienta al periodista Elías Arce a salir tras el titular que cambiará su vida. Y el titular le junta con dicho profesor, con su inteligentísima hija y un vampiro (o algo así). El profesor Fo es el científico más brillante del reino, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y amante de los pasteles con mucho azúcar como dato-flor, porque te acuerdas de lo de las flores del camino, ¿verdad?

En la obra hay una documentación precisa que Ruiz mezcla con la ficción. Por ejemplo, los crímenes del Sacamantecas. O calles de Madrid en donde aparecen edificios que nunca existieron, como la redacción de El Planeta, en el número 14 de la calle Alcalá. También encontramos metáforas e ingeniosos diálogos que te hacen partícipe de partidos dialécticos que ponen contentas a nuestras neuronas.

En el capítulo 11, página 95, asistimos a un nuevo giro. Desde luego, la cosa se va complicando y enrareciendo. Algo ronda las calles de Madrid con una intención muy específica. Atisbamos aquí flecos de obras como Los crímenes de la Calle Morgue o de atmósferas como las de Jack El Destripador. También estos personajes nos recuerdan un poco al esperpento de Valle-Inclán con las Luces de bohemia de Madrid de fondo.

Aventuras, ciencias y misterio, como propone la sinopsis de El hombre sin rostro, sería un buen resumen para el libro. Además, no perdáis de vista ningún detalle porque en ellos puede estar la resolución. Solo digo eso. Por lo demás, ¡a jugar! ¡Y a bailar! Que la música continúa.

El hombre sin rostro de Luis Manuel Ruiz es una novela que tiene pinta clásica, pero también experimental. Muy esperpéntica, centrándose en sus principales personajes. Con misterios que resolver y con un Madrid de fondo, en un contexto histórico muy interesante en cuanto a cambios sociales. Al final ¿quién es el hombre sin rostro? ¿Lo descubriremos junto con el profesor Fo?

📌Esta reseña participa en el concurso de Libros y Literatura del que te hablé en Propósitos literarios 2023.