Hoy es un día de mierda para hacer una reseña porque me he levantado un poco de mal humor. No por nada en concreto, siento deciros. Sino porque una tiene días en los que se levanta así como torcida. Menos mal que el libro del que voy a hablaros es Ágatha Ruiz de la Prada. Mi historia y creo que me va a cambiar el humor, como siempre han hecho los trajes de la diseñadora de moda.

Agatha Ruiz de la Prada no necesita presentación, así que me voy a saltar esta parte. La obra habla de su vida, claro, no como una autobiografía ficcionada, sino como una biografía llena de nombres y apellidos. Un desnudo integral. Para ello, ha contado con la colaboración del periodista Pedro Narváez, que han hecho un extraordinario trabajo poniendo por escrito el relato de Ágatha, de manera que al final sea a ella a la que estamos leyendo, la gran protagonista de la historia.


AGATHA RUIZ DE LA PRADA, UNA MUJER ACOSTUMBRADA A REINVENTARSE DESDE LOS CIMIENTOS, COMO LAS CASAS.

En la historia se comienza hablando de casas. 

¿Cómo?

Sí, de casas.

Y me da igual que hayas leído la primera línea de la muestra gratuita de lectura y te creas que se hable de otra cosa. El útero es, también, una casa. Luego, por supuesto, están las edificaciones físicas que la autora ha tenido. A cual, seguramente, más espectacular. Por todo ello, en los primeros capítulos, de alguna manera, se hacen referencia a este concepto de casas y hogares. Por ejemplo, asistimos a los primeros lugares en donde creció Ágatha con dirección postal concreta y a sus ideas que, también, son muchas veces refugio. De hecho, en estas primeras páginas podemos subrayar ya bastantes pensamientos inteligentes por parte de una mujer que no se calla absolutamente nada. Por ejemplo: «¿Hay algo más moderno que pertenecer a un mundo antiguo y engendrar la vanguardia? Es algo así de natural y a la vez increíble, como ir descalza pero con la apariencia de llevar tacones». 

Pero no nos desviemos del tema de las casas. Me parece una forma fascinante para adentrarnos en la vida de alguien. Las casas que nos han habitado y a las que hemos habitado hablan de nosotros y de los que en ellas vivieron, y por ello Agatha nos relata entonces cómo vivió en casa de sus abuelos, de su padre, de su madre, y también en las propias, describiéndolas con mucho gusto y dejando más pistas sobre sí misma y sobre su familia que si relatase cosas más concretas como la talla del pie que gastan cada uno de ellos. Además, a mí, que también soy una enamorada de las viviendas (aunque no tenga ninguna en propiedad -aún- y acabe siempre en pisitos de alquiler con regusto parisino por ese aire de derrota clásica y elegante de techos altos que luego dan más problemas -la calefacción siempre se estropea en invierno- que comodidades), me ha encantado transportarme mentalmente a espacios tan bonitos como los que narra la diseñadora.

Pero no todas las casas son fantásticas y de lujo. Algunas tienen grietas. Como nosotros, las personas. Y toca revisar los cimientos, reformarse, reinventarse. Agatha, sin duda, es una experta en esto. Eso es parte también de su historia. Y quiero subrayarlo porque quizás al leer la obra de Ágatha Ruiz de la Prada solo veamos la superficie: el lujo, la aristocracia, los eventos, la fama... Pero detrás de estas letras también hay una historia de superación constante. O de construcción constante. 


«NUNCA ME QUISE CASAR, PERO ERA MÁS BURGUESA QUE SI ME HUBIERA CASADO»

¿He dicho ya que me encantan las frases de Ágatha? 

En gran parte de la novela veremos que aparece un personaje de forma más o menos constante: el Innombrable. Esto es normal porque ocupó un gran tramo de tiempo en la vida de la autora y, como ella bien explica, sería absurdo escribir una biografía evitando hablar de él. Pero no os vayáis a creer que esto va a ser un cotilleo constante. Haberlos, los hay, pero no de una forma morbosa. 

A mí lo que más me ha interesado ha sido la parte intelectual del relato. Cuando Ágatha hace mención de películas, libros (sobre todo), diseñadores... con los que se ha cruzado alguna vez en su vida y también de personajes del mundo de la cultura con los que ha tenido contacto como Umbral que fue, de hecho, padrino de su hija. 

La autora tiene una gran relación con el arte y con la cultura, la ha mamado desde pequeña y ha crecido con todo este bagaje. Desde luego, de ahí no podía salir nada malo, conocer a, por ejemplo, Warhol, debe cambiarte bastante la perspectiva, tanto para desencantarte como para encantarte. 

Ágatha cuenta que llevaba una vida muy divertida porque los invitaban a todo. A ella y al Innombrable. Y yo creo que al final esto es lo que cuenta en la vida, los recuerdos que te llevas, más que lo que posees o el éxito que consigas. Creo que la autora es una mujer en la que muchas nos gustaría convertirnos. Yo he admirado a Ágatha Ruiz de la Prada desde bien pequeña porque, bueno, nací con un corazón rebelde (si has leído Cura mi corazón ya sabes qué es) y sus corazones me alegraban bastante cuando salía del hospital y cambiaba mi gris pijama por sus vestidos de colores. Pero también la admiro porque ha sabido ser niña, mujer, madre, pareja, emprendedora y, sobre todo, LIBRE. Podía pasárselo pipa en una fiesta a todo trapo y, después, mantener el estatus de alguien con su sola presencia. Hacer, básicamente, lo que le dé la gana, sin dañar a nadie.


UNA HISTORIA GENEROSA E INSPIRADORA

Mi historia de Ágatha Ruiz de la Prada y Pedro Narváez es una historia generosa porque da nombres y apellidos y relata hechos con pelos y señales, sin dejarse nada. Con muchísimo respeto para sus lectores que quieren conocer parte de la historia de la autora. De hecho, lo que más generoso me ha parecido es que hable de sus momentos más oscuros. En esta época de postureo en la que estamos parece que se nos da mejor resaltar lo bueno que lo malo, pero al final todos pasamos por momentos en la vida en los que estamos en la mierda. Y los de Ágatha se cuentan en este libro, como también se cuenta la forma en la que salió de ellos. 

La reina del fucsia no iba a rendirse con un fundido en negro.

Además, la sentimos palpitar en el relato. Como ya he dicho, Narváez ha hecho un trabajo de lujo porque las frases cortas, rápidas, la narración inquieta, saltígrada incluso por momentos, es Ágatha total. Es vivaz y colorida, directa, inteligente, sagaz. Así que a nadie le sorprende que termine con una fiesta de disfraces en Venecia. No podría tener un mejor final. 


Ágatha Ruiz de la Prada. Mi historia, escrita por Pedro Narváez y por la propia Ágatha es una biografía completamente diferente a las biografías que acostumbras a leer. Es divertida, fresca y distendida. Es culta y con algún que otro cotilleo. Y es sobre todo la representación de una mujer que ha sido capaz de transcender a su época y a su mundo, y de conquistar el bien más preciado para un ser humano: la libertad de hacer y deshacer lo que le plazca. Con sinceridad y con buen rollo, así es como está escrita esta historia. Y yo me alegro mucho de leerla y de haber conocido un poco más a la diseñadora de moda que tanto admiro. Pero creedme, lo aquí escrito no es desde la admiración, sino desde el criterio lector de esta servidora que lleva ya unos cuantos libros sobre las espaldas ;) Así que confiad y leed a Ágatha de mi parte.


PD. Sigo de mal humor, pero después de la reseña lo llevo con más color.