Volver a leer a Edurne Valiente es regresar a un hogar al que no sabías que pertenecías. El talento y, sobre todo, la minuciosidad de la autora a la hora de crear argumentos en su universo de fantasía medieval es un sitio seguro en donde resguardarse del aluvión literario de obras que nos llegan a todas horas (la última La guerra de los huracanes, que me gustó mucho, pero comparada con la pluma de Edurne... Se queda corta). Y, ojo, que yo en cuanto a libros no le pongo puertas al campo, pero encontrar descanso en ese autor o autora que sabes que va a funcionar es una sensación inmejorable. 

Y Edurne Valiente funciona.

La piel del oso es su tercera novela a la venta, un libro de más de 600 páginas (que contrasta en cuanto a extensión con su primera obra, la novelette Una canción fúnebre), en donde lo primero que encontramos es a una joven protagonista, Clémence, a la cual han concertado un matrimonio forzado. El escenario es también desolador. Un lugar llamado Piedranegra se presenta ante nuestros ojos como una torre negruzca, con un pasado quizás más optimista, pero que ahora mismo se halla en ruinas, sin apenas sirvientes y de clima frío, con cierto aire a Invernalia. Allí llega cabalgando junto a una veintena de hombres el señor más poderoso de Escia, Lord Tulyn, un hombre mucho mayor que ella.

Desde las primeras páginas ya podemos apreciar el despliegue artístico de Edurne a la hora de recrear los escenarios de su novela y, también, de perfilar a sus personajes. La inocencia de Clémence, una de las personalidades que mejor describe, choca frontalmente con la impaciencia, sobriedad y seriedad de Lord Tulyn, un personaje que irá mostrando su lado más humano a medida que avancen las páginas. Además, como en todas sus obras de fantasía medieval, Edurne muestra alguna de sus preocupaciones. En este caso, La piel del oso incluye a una protagonista con un TOC muy claro desde el inicio de las páginas. Nunca me había encontrado con este tipo de inclusión en el género, pero realmente sentimos la ansiedad de la pobre Clémence que le lleva a realizar compulsiones de manera desenfrenada desde el inicio de la lectura. Quizás es uno de los temas que siento que Edurne no llega a desarrollar del todo y que a medida que pasan las páginas no podemos hacer un seguimiento a esto que parece tan evidente al inicio, virando el foco de atención a otros asuntos, pero ya el simple hecho de tener a un personaje así me parece meritorio por parte de la autora y muy original.

En cuanto a los escenarios, lo más destacable creo que es la capacidad de Edurne de crear una atmósfera para cada uno de ellos. El esplendor de la fortaleza de Lord Tulyn, la decrepitud de Piedranegra, la inquietud de Bastow.


Leyendo en casa el libro La piel del oso de Edurne Valiente


Hay algunos trigger warnings importantes. Seguido del conflicto principal de la obra, el matrimonio forzado, pronto llegamos a la primera escena impactante que va a determinar gran parte del argumento de La piel del oso. Clémence y Tulyn se resquebrajan en este primer encontronazo y durante la historia tendrán que sanar, evolucionar, ceder y adaptarse el uno al otro para llegar a amarse. Entre ambos, además, existe una diferencia de edad importante (el último age-gap que reseñé en la web es Tu niña de Emmanuelle Reyes), que Edurne ha sabido tratar con respeto. Sobre todo en las escenas sexuales. Porque sí, agárrense las gafas porque se vienen bastantes escenas picantes

La parte central de La piel de oso es tranquila, otro signo identificativo ya de Edurne Valiente. La autora se toma su tiempo en algunas partes de sus historias para calmar las aguas y desarrollar algún tema de interés. En este caso, la personalidad de sus dos protagonistas principales, así como sus conexiones con el mundo y, sobre todo, la relación entre ellos. A lo largo de varias estaciones, pues La piel del oso está dividida en invierno, primavera, verano, otoño y otra vez invierno, asistimos a los encuentros y desencuentros de Clémence y Tulyn. Pasamos por fases de negación, rabia, negociación, depresión y aceptación como en un duelo puro y duro. En estas partes más centrales he encontrado otra pequeña pega y es que algunas situaciones quizás se vuelven repetitivas porque usa mismo escenario y misma acción para avanzar la trama, como cuando Tulyn llama a su mujer todo el tiempo, al inicio de la obra, a su despacho. Pero es algo que solo he atisbado al principio. 


Si te quedas, dormirás conmigo siempre—dijo impasible—. Si te vas, no volverás a meterte en mi cama.


Antes de proseguir, me gustaría hacer referencia también a un precioso ser mágico que acompaña a Clémence durante todo el libro y que protagoniza una de las escenas más emotivas de la obra: Púrpura. Un ser feérico violeta que cuando Clémence sufre ansiedad, está nerviosa, triste... le transmite calma y seguridad con sus manitas pequeñas a través de la piel. Una compañera que nos recuerda a todos esos compañeros silenciosos que nos cuidan sin pedir nada a cambio. También veo aquí un pequeño guiño de la autora a la magia, que le gusta que tenga alguna aparición en sus libros, aunque prefiere que no eclipse a la trama principal (otro identificativo magnífico del estilo de Edurne Valiente).

Y señores y señoras, prométanme que si comienzan a leer La piel del oso van a llegar hasta el capítulo 89. Ya no podrán soltar el libro. Todo se va a precipitar. 

Sin duda, si Una canción fúnebre dio lugar a uno de los finales más debatibles de la historia, La piel del oso se cierra, aunque también con cierto enigma, de forma satisfactoria para, seguramente, la mayoría de lectores. Pero espero que podáis haceros vuestra propia opinión.

La piel del oso de Edurne Valiente es un age-gap de fantasía medieval que a pesar de sus más de 600 páginas se lee de un tirón por la minuciosidad y originalidad del trabajo de la autora. Unos personajes llenos de contradicciones y heridas que deben sanar aceptándose y adaptándose el uno al otro. Una historia con más de un giro y un despliegue ambiental alucinante. Un nuevo sobresaliente para una autora que para mí ya es imprescindible: Edurne Valiente.


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