He encontrado una autora capaz de narrar en verso muchísimas cosas.

Este libro, Paisaje suspendido, me lo regaló la propia escritora, Jannet Weeber Brunal. Fue un regalo a ciegas, yo no sabía que era su amiga invisible. Ya cuando llegó a mis manos sentí que tenía algo muy cálido entre ellas. Algo que iba a vibrar conmigo y así fue. Debo reconocer que he tardado en leerlo más de un año desde que llegó a mi casa, pero la poesía siempre tiene un tiempo perfecto.

Yo siempre he dicho que no entiendo de poesía. Y decir esto es tan absurdo como cuando le decimos al camarero que no entendemos de vinos. Nos ponemos en una posición de inferioridad innecesaria e impostada cuando, por el simple hecho de tener pupilas gustativas y olfato, ya podemos entender de ese algo. Con la poesía ocurre igual. Solo necesitamos la capacidad de sentir y el hábito de la lectura para «entenderla». Pues la poesía es de quien la lee, no tiene un criterio de valoración, ni si quiera por quien la escribe.

Sin embargo, acercarme a la poesía es un trago difícil. Primero porque la mayoría de libros me dejan fría. Eso me ha llevado a pensar que no entiendo del género y que es mejor que no lo manosee mucho. Imaginaos cuando, entones, descubro un poemario que sí, que me remueve. Y Paisaje suspendido lo consiguió.

Teóricamente, Jannet Weeber Brunal contrapone la urbe al entorno natural en sus poesías. Habla de asfalto y de naturaleza. Progreso versus estado primitivo. Este tema me interesaba. Me interesan los poetas que alaban a la naturaleza y la defienden. Aquí Jannet acaba mezclando la construcción humana con la vida que se abre paso sin ninguna mediación y nos lanza el mensaje de que la una y la otra ya conviven juntas y que la primera nunca podrá derrotar a la segunda. Pero es que hay más. Mucho más.

No solo he apreciado este tema principal en el poemario, sino que para mí han surgido muchos otros guiños. Por ejemplo, el poema «Realidad» se me asemeja al proceso que vivimos cuando emprendemos algo: luz al iniciar, desengaño al continuar y la búsqueda de un comodín para podernos reinventar.

«Apuntes de peatón» me recordó a cómo ir desapareciendo. Muchos de los poemas me recuerdan a cosas que antes eran de una manera y ahora de otra (se entienden que quizás antes mejor). «Habitar un espacio» lo sentí más al pie de la letra: la vida es una forma de habitar, y de ir explorando sus espacios. «Hambre», un poema que habla sobre este maestro que siempre llevamos junto a nosotros.

Paisaje suspendido de Jannet Weeber Brunal tiene versos que te sacan del estado adormilado en el que vivimos y te enseñan algo. Te lanzan un mensaje. Hay versos al azar que seguramente no estaban contemplados para tal fin, pero que a mí me han hablado de la vida de manera mucho más amplia. Y me ha gustado el poemario un montón, pues «dulce es el invierno en la montaña». Aunque no entienda de poesía.

«Desatar los nudos/ como quien apaga las velas/ que solo queden/ puentes invisibles / la belleza de lo efímero» (Mi poema favorito: «Apuntes de peatón», III).