agente literaria eva fraile paquita salas

A veces, cometo errores en mi vida, como ver Paquita Salas seis años después del estreno de su primera temporada. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. Así que aquí estoy, dándole al teclado, embelesada por los efluvios de esta serie y reflexionando sobre mi vida porque todos, y digo TODOS, llevamos una Paquita Salas dentro. Pero yo más, que soy representante, de autores en este caso, y me siento (ojo al juego de palabras) representada por ella (ya paro).

El mundo del libro cambia, aunque cuando comencé a trabajar profesionalmente en la industria editorial hace seis años ya estaba mutando. El libro en digital se implantaba, los audiolibros también. Las novedades aumentaban año a año. La autopublicación explotaba y sus ventajas cautivaban a muchos y a muchas. Las librerías cerraban. Las grandes plataformas se abastecían. Los escritores se convertían en emprendedores expertos en telecomunicaciones. Las editoriales publicaban a influencers. No sé cuándo empezó todo esto, pero empezó. 

Paquita Salas no tiene web ni redes sociales y en sus buenos años representó a caras muy conocidas de nuestro cine y de nuestros programas de televisión. Pero quedó desfasada. Eso de quedarse anticuado es un proceso largo que puedes ver venir y prepararte, pero en otra época. Ahora, si no paramos este mundo acelerado, convertirse en un carca tecnológico está a la vuelta de la esquina. Yo todavía tengo dificultades con Tik Tok. Tampoco entiendo Twitch. Y mi pequeña aportación rebelde es que, como representante o promotora, procuro respetar la decisión de los escritores de no haber hecho una carrera de éxito en redes sociales antes de presentarme sus obras o de embarcarme con ellos en cualquier búsqueda editorial o comercial. Sé que nuestras posibilidades son menos, porque si rastrean su nombre muchos le verán como un completo desconocido virtual, pero somos letras, no bits. No de momento. Hay rebeldes como yo, y os sorprendería lo grandes que son esos insurrectos. Editoriales gordas. Te aconsejarán que hagas un poquito de ruido en redes sociales, pero tu bagaje virtual no les importa. Les importa tu manuscrito y benditas sean. Ahí estamos, resistiendo. También hay lectores a los que no les importa que no tengas Twitter. No pasa nada.

Respetar la esencia de un autor o autora me parece imprescindible, en todos los sentidos. Tanto su personalidad retraída que le impide hacer firmas de libros, como su desconocimiento para subir reels a Instagram o su deseo de no firmar ciertas cláusulas si le cambian su novela. No tienes un producto, tienes un ser humano. Quizás me he pasado de rosca leyendo a Paulo Coelho, pero si tienen un sueño, tienen una leyenda personal. Si comercializas con el sueño de buenas a primeras (y después se va a comercializar con él porque así lo requiere nuestro mundo de compra-venta), no haces leyenda. 

¿Y sabes lo que pasa a veces con las grandes leyendas? A Paquita le pasa. A mí también me ha pasado. Que en ocasiones se van. Aunque hagas las cosas bien, aunque seas una buena profesional, pueden que se marchen. Toda la serie de Paquita parece estar plagada de representados que cuando llegan a la cima la dejan y ella no sabe por qué. Es una sensación extraña. Consiguen llegar al otro lado gracias a ti, pero no formas parte de sus agradecimientos. Y ahí, ante todo, no hay que tambalear. Siempre hay unas circunstancias que no vemos ni entendemos, pero que existen. Un ejemplo: Cuando me ocurrió esto la primera vez, había un contrato vigente y legal. La autora quiso cancelarlo porque necesitaba el dinero. Sentí que perdía una gran oportunidad porque a donde habíamos llegado era muy lejos (¡y yo le di esa oportunidad!) pero ¿qué tipo de persona sería si cambiase la humanidad por el éxito? Por eso pienso que no hay que tambalear. El fracaso sería retener a alguien que no puede o no quiere estar a tu lado. Es más difícil de entender cuando te dejan por alguien mejor (o aparentemente mejor) o por ir detrás de aquello que brilla y parece oro, pero en esos momentos, hay que aprender también de Paquita Salas. Duele, quizás haya que comer un par de Tigretones de chocolate para salir del paso, pero se le debe desear el bien. Se debe esperar que haya tomado la decisión correcta porque un día tú fuiste su decisión correcta y eso te hizo avanzar profesionalmente. Además, lo mejor de las despedidas es descubrir quiénes se mantienen a tu lado. En mi barco, hay personas que llevan años y años y juntos hemos surcado las mejores y peores épocas de este mar.

Estas semanas se ha hecho muy viral un artículo en el que se presenta un estudio que afirma que el 86% de los títulos venden menos de 50 ejemplares al año y lo acusan a la corta vida que tienen los libros en librerías y escaparates por la presión de novedades. También durante estos meses he visto cerrar a tres editoriales independientes que estaban muy bien asentadas y acogidas, pero que ya no pueden sostener los gastos que les supone la actividad editorial.  Los lectores cada vez leemos menos, pero enseñamos más en redes sociales. Uno de mis mejores amigos del mundo literario ha aparcado su sueño de escribir porque tiene una depresión del copón por aguantar trabajos precarios que le amargan la vida, pero que no puede dejar porque no tiene un duro. Y el precio del papel se encarece. Nos avisan de una próxima crisis energética. Y la cuarta temporada de Paquita Salas no llega. 

Paquita es una superviviente. Ya lo dice ella. Nosotros también. No los representantes, sino todos. Los tejedores de sueños, como mi amigo, mis escritores representados, los autores con los que trabajo en alguno de mis servicios, las editoriales pequeñas, las editoriales medianas y hasta las editoriales grandes. A mí a veces me da la sensación de que juego en las grandes ligas y otras no. A veces me invitan a grandes eventos, y otras no. A veces cierro ese contrato editorial, y otras no. 

Sin embargo, aquí estamos. Encontrándonos en el camino. Descubriendo inspiración. Hablando de Paquita Salas. Estamos entendiendo un mundo que cambia muy rápido, usando filtros en Snapchat, escribiendo las historias que queremos y haciendo estudios para entender qué es lo que no funciona y cambiarlo. Estamos aquí porque no queremos estar en otro sitio. Porque este es nuestro lugar. Y esta es nuestra revolución.

Lo que he aprendido de Paquita Salas es que podemos adaptarnos a las circunstancias sin dejar de ser buenas personas. Podemos perseguir nuestros sueños sin perder la brújula interior. También que debemos aceptar el camino que otros tomen, y celebrarlo cuando lo recorran a nuestro lado. Pero sobre todo, he aprendido viendo esta serie dirigida y guionizada por Javier Ambrossi y Javier Calvo que quiero seguir siendo la representante y ayudante y acompañante y gestionante (esto no existe, pero me da igual) de escritores y escritoras con alma. ¡Porque me gusta mucho y porque aquí soy feliz!

¡Ale! Y todas las cosillas sobre mi trabajo aquí. Y mis servicios por acá.