Me he puesto mis mejores galas para hablaros de un libro que va a entrar, directamente, en mis mejores lecturas de 2023. Solo los vivos perdonan, de Fernando González Rovira, es una novela histórica de sentimientos a flor de piel, ambientada en distintos momentos temporales, pero centrada sobre todo en la II Guerra Mundial, que guarda un tesoro final entre sus páginas. Una sorpresa agridulce que nos da pistas, sin embargo, de la gran calidad narrativa de este autor.

Nos encontramos en Eindhoven junto a Jenkin, quien acaba de heredar la casa familiar por parte de su abuela, recientemente fallecida. La relación con su abuela siempre fue distante. Los momentos que pasó con ella en esa misma casa eran bastante solitarios, pues cada uno se dedicaba a sus asuntos, sin mucha comunicación, y su madre nunca terminó de tener una buena relación con su ella, por lo que podríamos decir que eran casi desconocidos. Sin embargo, ahora no solo tiene aquella casa en propiedad sino también un diario. Un diario escrito por su abuela.

El recurso literario del diario no nos descubre nada nuevo dentro del género histórico porque suele ser bastante habitual, pero debo advertir que este diario es, sin embargo, una historia dentro de la historia que nos atrapará por completo. 

Primero, dejadme deciros que Fernando González Rovira tiene un manejo narrativo multisensorial con el que no solo visualizaremos todas y cada una de las escenas, sino que también las sentiremos y oleremos, así como atenderemos a sus sonidos y texturas. He quedado convencida de que bien podría ser una película. No puedo quitarme de la cabeza el momento en el que dentro de la flamante floristería de la abuela, la Floristería Arbeider, que ya contrasta por el olor y el color de las flores (y que me hizo comparar la obra de González con la de Máximo Huerto en No me dejes), aparece un villano impoluto de la historia, un general de las SS que con su pulcro uniforme y sus botas sucias rompe toda la estética de la escena y crea, para mí, el gran simbolismo de la obra: guantes negros junto a rosas blancas. Desastre y desolación junto a esperanza. Pero también poder junto a derrota, porque las calles de Eindhoven se llenaron de flores para enterrar sus muertos.

La obra de Fernando González Rovira hace un recorrido histórico por varios momentos, no solo de la II Guerra Mundial, sino también, por ejemplo, por el París de los trópicos con el Manaos de la fiebre del caucho o por Porto Velho con el Ferrocarril del Diablo. Y, por supuesto, la Bélgica ocupada, la ficticia neutralidad de Luxemburgo, una Francia en constante estado de violencia, la imparcial Suiza y nuestro Eindhoven como escenario de algo terrible. Si ya me parece que el escenario escogido para desarrollar una trama histórica de algo tan ficcionado como la II Guerra Mundial es exótico (Eindhoven, Holanda), que además una dos contextos históricos que no tienen nada que ver entre sí es muy meritorio. 

[Por ejemplo, otra novela histórica que me encantó ambientada en la Segunda Guerra Mundial fue El silencio de Berlín de África Vázquez, pero tiene un escenario más habitual: la capital del Reich]

Además, Solo los vivos perdonan está condenada al misterio. Por sus páginas sobrevuela siempre un secreto. Algo horrible que ha acontecido y que cada capítulo no hace más que incrementar las ganas por descubrirlo. Puede que el lector avispado comience a hacer conjeturas con que, posiblemente, el misterio tenga que ver con la persona de la que aún no hemos hablado, Daniël, el héroe silencioso de la novela, y el representante de la gran historia de amor. ¡Qué historia de amor! Me he emocionado muchísimo con ella por el devenir de la misma y porque Fernando describe un amor puro como ninguno otro, lleno de bondad y de entrega. 

Entonces, recapitulemos. En la casa que Jenkin ha heredado ha ocurrido algo muy grave, por lo que cabe conjeturar si tendrá que tendrá que ver con él, con Daniël. ¿Será este hombre el porqué del distanciamiento de su abuela, de su frialdad y tristeza y del ritual que todos los días llevaba a cabo? ¡Ah! Mirjam siempre colocaba un jarrón de cristal con gerberas blancas y lirios sobre un armario de madera del salón. Ojo a este dato porque es el bombazo de la historia. Lo que me hace convertirme en una total creyente de la carrera literaria de Fernando González Rovira.

Solo los vivos perdonan de Fernando González Rovira es una novela histórica llena de sensibilidad, de escenas que sentirás estar viviendo con todos tus sentidos y de lágrimas que pugnan por salir de tus ojos ante tanta aventura y secreto que, finalmente, se torna en una verdadera sorpresa agridulce, pero magnífica, eterna, inmortal. Como la lucha de todos aquellos que salvaron vidas sin querer ser héroes y de todos aquellos otros que las perdieron sin querer pretenderlo. Porque como decían en Báilame el agua, la vida pasa y pesa. Pero yo añado: y enseña. Como la novela de González, que ha sido trabajada y documentada para dejarnos una historia conmovedora de una época dura  de la que tenemos mucho que aprender.

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Si te has quedado con ganas de leer más novela histórica:

🏰 Descubre La legión secreta del sur de Víctor Deutsch. 

🏰 O embárcate en La naviera de Ángel L. G. De Frutos.