Pienso en las similitudes que escuchar una canción y leer un libro pueden tener. Qué sonidos surgen de uno y otro, ya que el del uno es más obvio que el del otro. Y todo me lleva a concluir que la música, en realidad, reside en ti. Que un libro puede sonar más que una canción si te invita al baile de ti mismo.

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda me llegó como algo volcánico y muy sonoro. Nunca había leído nada más ritual y, a la vez, tan heterodoxo. Nada más comenzar a leer dije: «Wow, qué haces, Mónica». Qué tan provocador puede ser un escritor con solo una primera página. Y cómo puede conectar con las inquietudes profundas de quienes leemos con ese hambre voraz de que nos cuenten algo auténtico. Aunque Chamas eléctricos más que saciarte, te aumenta el apetito. 

Pongámonos en contexto. Noa y Nicole salen de Guayaquil dirección a un festival de música experimental a los pies de un volcán para dejar atrás la violencia en todas sus formas. Realmente, creo que son conscientes de que escapar de lo violento no es tan fácil, pero sí saben que se puede desconectar de ello, al menos por un rato. Como yo, que en mayo me voy a escuchar a Pignoise a un pueblo de al lado 😜,en plan grunge nostálgica totalmente desinhibida. Si encuentran o no la paz, no te lo puedo decir, tampoco si es realmente lo que buscan, pero ya llevan consigo esta violencia implícita como un lastre pegajoso en su cuerpo mental, emocional y físico.

El contexto en el que se desarrolla la historia creo que es importante. Mónica ha reflejado el clima de inestabilidad de Ecuador, sumado al peligro constante de las erupciones volcánicas, lo que lleva a las gentes a una profunda transformación. O a una profunda búsqueda que nosotros, en este caso, la emprendemos con Noa y Nicole. Por ello, hay una atmósfera de miedo. Algo en el ambiente es temeroso y frágil, lo que se contrarresta con este festival en donde se busca la celebración, el goce y la toma de tierra. 

El resto de personajes parecen más seguros de su porqué en el festival, pero nuestras chicas andan algo perdidas. El efecto que tiene el festival en ellas es mucho más imprevisto. 

La novela es coral, aunque encasillar en una etiqueta del tipo que sea a Mónica me parece un sacrilegio. Ella escribe libre y en libertad, así que experimentamos mucho de una escritura automática, como una corriente eléctrica. Así son también los personajes que conforman Chamanes eléctricos en la fiesta del sol: un rayo que cae. Cada uno tiene su lenguaje y su discurso, su experiencia y su razón de ser. Mi favorito ha sido Pam. El personaje que, además, usa el lenguaje inclusivo al referirse a su hije. Pam está embarazada, pero no desea tener un hije, aún con todo, primero prefiere celebrar en el festival y dejar el futuro en el futuro.



Creo que el hecho de no seguir una norma a la hora de narrar Chamanes eléctricos en la fiesta del sol nos produce cierto trance que conecta directamente con los diferentes rostros de cada protagonista (protagonistas porque todos ocupan un lugar privilegiado en la trama), como distintos diablumas, y nos sumerge en un mundo apocalíptico, cósmico, terrorífico y sagrado como la boca de un volcán. Los volcanes son un pilar fundamental de la trama, en su sentido metafórico y en su sentido literal, así como lo es la violencia o la música. 

Ah, la música. Ya llegamos, ya. Es imposible hablar de todos los matices que tiene la obra sin excederme en caracteres, pero Chamanes eléctricos en la fiesta del sol es una oda al sonido primigenio que crea y destruye. Es una meditación sonora, no solo por la forma melódica de la narrativa de Mónica Ojeda, sino porque se habla de música, de lo que produce la música, de la acción de bailar la música, y se hace desde el género musical o aquello más místico, como el sonido de un planeta («Júpiter suena a pájaros», dice Mónica). Todo cabe.

Todo cabe, sí. Es una novela con muchas resonancias y leerla es un poco dejarse llevar. Para los ordenados no la veo recomendable, pero sí para quien se atreva a traspasar las fronteras de lo obvio. Mónica trata incluso las relaciones paterno-filiales o familiares en general y ahonda en las heridas que quedan tras algunas ausencias de cariño, así como la salvación que ya no se encuentra en quien creemos salvador. 

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda es verdaderamente una novela que te cambia a su paso. Una obra poética, con tintes de terror, escenas que parecen imposibles, sueños proféticos y cambios radicales. Una ola de violencia interior y exterior que, a pesar de todo, quiere celebrar la vida. Así que, bailémoslo.